Agente del Servicio Secreto de EU, no paga a sexoservidora

Washington, D.C.

Más de una semana después del incidente, esta capital y todo el país aún no pueden dejar atrás el escándalo de los agentes del Servicio Secreto que en Colombia durmieron con prostitutas.

Uno de ellos no quiso pagar y ocasionó un lío que no sólo ha avergonzado a la Casa Blanca, sino que ha obligado al Congreso a dejar otros asuntos de lado para sostener audiencias, investigar y llegar hasta el fondo de este singular caso de indisciplina y tacañez que aquí insisten en ver como de seguridad nacional.

La investigación está apenas en su etapa inicial, a decir de los directivos, y es difícil llevar la cuenta de cuántos agentes estuvieron implicados porque cada día resultan más. Pero se sabe que al menos 23 integrantes de la avanzada de seguridad del presidente Barack Obama en Cartagena pasaron una noche de juerga que hasta ahora ha hecho rodar seis cabezas, una de ellas la del agente que supuestamente acordó pagar 800 dólares a cambio de sexo y luego quiso dar treinta.

Ante la falta de pago, la acreedora sexoservidora, quien dice no es prostituta, sino acompañante, hizo tal escándalo que la administración del hotel llamó a la embajada estadunidense y 11 agentes fueron inmediatamente enviados de regreso a Washington.

El revuelo no sólo colocó en segundo plano la participación de Obama en la Cumbre de las Américas, donde discutía con otros 32 jefes de Estado sobre drogas, Cuba y economía, sino que ha levantado graves dudas sobre la seguridad del mandatario.

La Casa Blanca ha dicho que los agentes desordenados no formaban parte de la élite de seguridad que rodea físicamente al presidente y que no tenían armas, radios, agendas ni algún otro material sobre las actividades del Ejecutivo adentro de las habitaciones a las que invitaron a las damas.

Pero Peter King, el legislador que preside el Comité del Congreso para Seguridad Interna, ha dicho que involucrarse con prostitutas en un país extranjero puede resultar en chantajes, amenazas y robo de información, y pone al presidente en peligro. Algo así como lo que sucede en las películas del Agente Secreto 007 James Bond.

Hasta el momento no hay indicio alguno de que Obama haya estado o esté en peligro debido a lo ocurrido esa noche y el presidente ha dicho que, de comprobarse el mal comportameinto de los agentes, “estaría muy enojado”. Sus críticos argumentan que no es con enojo como se soluciona el problema, y el legislador republicano Darrel Issa insiste en que el personal de seguridad aprovecha los viajes para irse de fiesta.

Ronald Kessler, un conocido periodista del diario The Washington Post, autor de un libro sobre el Servicio Secreto, dice que el incidente debe analizarse más profundamente porque se debe a un problema en la dirección de ese organismo que actualmente es parte de la gigantesca burocracia que integra el Departamento de Seguridad Interna, donde no se le proporcionan los fondos necesarios.

El Servicio Secreto, los fornidos y altivos agentes que vemos de traje, lente obscuro y audífonos, no sólo protegen al mandatario en turno, también al vicepresidente, a sus familias, a los miembros del gabinete, así como a dignatarios extranjeros y otros visitantes, en jornadas que les dejan tres o cuatro horas para dormir y casi ningún tiempo para vida familiar, lo que ha bajado la moral y dedicación de muchos de ellos.

Aun así, argumenta Kessler, no debe pasarse por alto lo sucedido en Colombia, cuando, insiste, las prostitutas podrían haberlos convencido de cooperar con inteligencia extranjera, y existe el riesgo de que hubieran colocado audífonos o cámaras escondidas para obtener información que lleven al asesinato del presidente, quien por cierto no parece muy preocupado con el asunto y ha elogiado al Servicio Secreto por la forma en que lleva la investigación.

Hay quienes dicen que el mandatario no debería ser tan complaciente. Después de todo Abraham Lincoln ignoró advertencias sobre su seguridad personal y cuando fue asesinado en el Teatro Ford, el guarura detrás de él había ido por un trago. Y a John F. Kennedy, de haber dejado que agentes secretos fueran con él en la limousina ese fatal día en Dallas, quizás le hubieran salvado la vida.

Lo ocurrido en Colombia es el escándalo más grande que involucra al Servicio Secreto desde 2009 cuando dos encajosos entraron sin invitación a una cena de Estado en la Casa Blanca. Pero aquí y en todos lados los agentes que cuidan a los gobernantes son patriotas que arriegan su vida por la del presidente. La mayoría tiene entrenamiento y décadas de servicio y una parranda no debería quitarle el sueño y la tranquilidad a un país. Más bien a sus esposas.

Opinión de Concepción Badillo
La Crónica de Hoy

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