Campesinos piden destituyan a Gabriel Mendicuti, secretario de la SEDARI




Por Salvador Trujillo Rodríguez

El actual gobierno ejercido por Roberto Borge Angulo se ha caracterizado por una pésima administración de los recursos públicos.

Confundido con el control estricto de las finanzas, pero mal canalizadas, van a donde no deben ir y la gente, principalmente los productores no reciben los recursos para el ejercicio de los programas establecidos.

No cabe la menor duda que los líderes saben de quien es la culpa pero temen declararlo directamente y salen por la tangente acusando a los secretarios de las dependencias cuando simplemente son funcionarios que deben responder a su gobernador y no a la ciudadanía.

En estos plantones o marchas de inconformidad ni los líderes y menos los medios de comunicación habituales se atreven a revelar la verdad que fluye por encima de lo que quieren hacer noticia.

Gabriel Mendicuti secretario de la SEDARI es una pieza más que cumple su compromiso con el gobernador y tiene que recibir los golpes que no le corresponden.

Si en realidad fuese un pésimo administrador no sería un empresario exitoso, este movimiento social y su apaciguamiento, revela no sólo sus aptitudes contable-adminitrativas sino también sus aptitudes políticas.

Recordemos que el puesto que ocupa no es un cargo de elección popular sino que forma parte del gabinete de un gobernante que trata de ser buen político pero por cada paso que da demuestra que es un pésimo administrador.

Roberto Borge Angulo demuestra que tiene el poder, dejando una larga estela de políticos y ciudadanos dañados en sus finanzas personales, proyectos políticos, productores amarrados a programas sin financiamientos, con una consecuencia nefasta para la economía local y nacional.

Lo que significa un éxito personal se traduce en un perjuicio general, parece que ha olvidado que el poder dura solamente unos cuantos años y los costos de sus actos perdurarán para siempre.

Hasta hoy no ha utilizado el espejo donde todos los días mira su reflejo Joaquín Hendricks Díaz, quizá con una fortuna en sus bolsillos mayor a lo que había soñado, pero despreciado por su pueblo. Solamente le queda recibir las sonrisas hipócritas de quienes entablan negociaciones con él mientras ésta le aporte algún beneficio.

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