Que al caballero le sirvan ¡lo que pida!

Publicado por Fernanda Macgregor
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Lo siento. No puedo no relatarlo. Sábado Cinco de la mañana, más que lista para irme a dormir e increíblemente, no me dejan; camino calle arriba, destino final, la Santanera. Abren la cadena para darnos el paso y de pronto, la cierran. El encargado de la puerta mira a la gerente, ésta niega con la cabeza y el guardia me dice: señorita ¿me puede mostrar su identificación? ¿Mi identificación? Pregunto con cara de ¿para qué? está a punto de amanecer, estoy a cinco de quitarme los zapatos, no traigo bolsa, menos identificación, y ni siquiera tengo ganas de estar aquí. Me mira de nuevo, lo siento, me dice, no aceptamos menores de edad y sin identificación, no puedes pasar. ¡¡¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!!!! Por favor, que al caballero, le sirvan lo que pida. Salió el sol, literalmente. El hombre no tuvo ni la más remota idea de lo que hizo por mí. Ni cremas, ejercicio, terapia o zapatos nuevos son capaces de levantar el ego de la forma en la que lo hizo el cadenero, que acabó dejándome entrar, y ni que contarles de lo que bailé. Por supuesto que no dije que tengo un par de hijas adolescentes y otros dos que de hecho, son mayores de edad. Tampoco le conté que éste mes cumplo años y estoy, ya, más cerca de los cuarenta que de los treinta.
La edad. Tan relativa, unos pensamos que se lleva por dentro, otros que por fuera. Cuestión de enfoque, como el vaso medio lleno y medio vacío, que aquí traduciríamos como líneas de expresión o experiencia. Optar por la segunda es tanto más divertido. La experiencia suena a mundo. No mundano. Y entonces el dicho de la generación de arriba más sabe el diablo por viejo que por diablo. Ay caray, pues si que tenían razón. Y caer en la cuenta que también lo decimos. Claro, si ya más bien somos la generación de arriba. Porque cuando platicamos de nuestros años de universidad los chavos nos dicen ¿así era en tú época? No, que te pasa, si todavía ésta es nuestra época. Y que los llevamos al cine a vera across the universe y tararemos a los Beatles, y ellos los descubren de una nueva forma en la que les parece increíble que sigan tan vigentes cuando son músicos del siglo pasado.
La nube del piropo sigue latente todavía el martes que la doce está vacía y nos sentamos con los vecinos de la mezcalina, dos chavos de veinte y nueve años que tienen clarísimo el concepto de lo que significa vivir. Vemos pasar tres militares con metralletas colgando, ahí entre los turistas, pienso que es una imagen sumamente agresiva y les comento - menos mal que no es un viernes porque estaría lleno de gente. Claro, agrega el vecino, no vienen en viernes porque ese día si hay de verdad dillers, hoy nada más la faramalla; al día siguiente leo en el periódico que por ahí andaba el secretario de gobernación haciendo acuerdos con el gobernador para combatir el crimen organizado. Si de verdad que están muy bien organizados, y bueno, filosofando podrían llegar a que la intención es lo que cuenta. Regresamos al tema de la edad, que que pasa cuando uno se casa joven, que para ti que es casarse joven. Y duro y dale con que si en mi generación se casaban jóvenes. Pues si casi soy su generación. Y las anécdotas. Las risas. Que si Schopenhauer decía que los primeros cuarenta años nos dan el texto y los treinta siguientes el comentario; que si envejecer es como escalar montañas, mientras se sube las fuerzas disminuyen pero la mirada es más libre y serena. Que si desde principios de siglo Sir Francis Bacon ya decía Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.
La conclusión, que nada nos hace envejecer con más rapidez que pensar que nos hacemos viejos, que intentar quedarnos en una edad que no tenemos debe ser cansado, así que hay que vivir el hoy, sin el peso de los números, porque la idea de cumplir años es una mera formalidad que le hemos dado al asunto para partir pasteles y recibir abrazos. Que claro que hay que cultivar el intelecto, y el físico pero hay que adentrarnos sobre todo a trabajar en el espíritu, donde la edad no existe y no hay que demostrar nada a nadie, que nunca es tarde para alcanzar un sueño, que hoy tenemos la edad para preguntarnos ¿y yo que quería ser cuando tenía 10 años? Y lanzarnos a intentarlo. Seguir nuestras corazonadas. La edad para abarcar a aquellos que extrañamos. De hablar con el amigo que tenemos olvidado. La edad para perdonar a quien nos daño y a nosotros por el daño que también causamos, y estamos en edad de resarcir esos daños.
Así pues, regresamos a que la edad es relativa. A mí, como soy piscis ya se me olvidó cuantos años cumplo el día 6, han de ser los que el sábado pasado pensaron que tenía en la puerta de la Santanera, con la suerte de tener la experiencia de los que mi mamá cree que tengo.

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